25 de Junio de 2024

El cerro Muñoz: homenaje a un rebelde y mujeriego

Cualquier ocasión es buena para pasear por nuestros Valles con sus ríos y sus cerros. En la época estival, cientos de veraneantes tanto de la provincia como del país y de diferentes partes del mundo eligen diferentes destinos locales y entre los preferidos se encuentra Tafí del Valle.

Esta zona cuenta con valles y cerros que se erigen entre los 3.700 y los 4.600 msnm. Los más renombrados son el Muñoz (4.600 msnm), el Negrito (4.300 msnm) y el Ñuñorco (3.700 msnm).

En la curiosidad histórica de la semana, la publicación de Pedro León Cornet (abogado y escritor) en la recopilación realizada en el libro El Viejo Tucumán en la memoria, X nos plantea lo que él ha dado en llamar una “curiosidad toponímica” respecto del cerro Muñoz

, cerro que “(…) Corre de Sur a Norte (desde La Angostura, extremidad Norte de las Sierras del Aconquija, donde comienza Tafí del Valle, ingresando por el sur) en una prolongación de probablemente más de 20 kilómetros, siempre demarcando el Oeste del valle tafinisto. Su altura es superior a los 4000 msnm. Casi no existen pobladores, solamente algunos puestos escasos, distantes entre sí. Es una zona inhóspita, de escasos pastos, muy fría, punosa, con abundante roca, sin plantas ni árboles, salvo las esporádicas queñoas y las infaltables yaretas. Permanentemente corren vientos fríos o cae el granizo, el garrotillo o la nieve en abundancia. Nada fácil de subir si no es con buenas caballerías y siempre acompañados por baquianos, ya que el alpapullo (la “cerrazón nubosa”) cubre casi diariamente las rocosidades y desorienta al más experimentado. Las sorpresivas lluvias y cambios temporarios de tiempo son muy frecuentes y es un lugar muy abierto, libre aún de cerramientos, lo que permite que la poca hacienda que transita ese enorme cerro sea de difícil arreo cuando se hace necesario juntarla. Su fauna es típica, y aunque se supone protegida, siempre está expuesta a la depredación: guanacos, vizcachas del cerro (“chinchillones”), zorros, pumas, algunos venados sobrevivientes, cóndores, halcones, águilas, lechuzas, una perdiz grande (“perdiz del cerro” o “keo”) y no es difícil divisar el asentamiento de las aves migratorias “guayatas” (variedad de gansos blancos que sobrevuelan desde la Patagonia hasta América del Norte), habitualmente cerca de las aguadas. En sus estrechas corrientes de agua no es raro encontrar truchas mientras que, por cierto, hay víboras y algunos lagartos. Los puesteros crían llamas, algunas cabras y ovejas. (…)”.

Mientras que los accidentes geográficos pueden tener nombres hispánicos (río Medinas, cerro Los Nevados) o aborígenes (río Cochuna, cerro Ñuñorco), llamaba la atención del autor el “nombre tan simple, tan sencillo, tan que ‘nada dice’ por sí mismo” del cerro Muñoz. A través de relatos orales y escritos y de varias diversas fuentes descubrió una singularísima historia.

Carlos Páez de la Torre (h) comenta que “El gobernador de Tucumán, Juan Ramírez de Velasco, pasó a la historia no solo por su administración progresista sino por su implacable defensa de las costumbres. Bien lo supo el joven Juan Bautista Muñoz, que huyó con sus mancebas indias a las montañas y ni así pudo librarse del largo brazo del gobernador. En una carta de 1586, Ramírez de Velasco relataba el episodio al Rey (…)”.

Esta carta reza: “(…) Hará veinticinco días que tuve aviso de San Miguel de Tucumán, a cinco leguas de aquí, cómo un hijo de un vecino de allí se había levantado y subido a la sierra con los indios de guerra que confinan con los de Chile, gente muy belicosa, y llevado consigo cincuenta indios de un pueblo de su padre. Y a la hora despaché de esta ciudad un capitán con cincuenta soldados para que con ellos fuese en su seguimiento porque, aunque de San Miguel había salido el teniente de allí con veinte hombres, era poca gente para la aspereza de la tierra: además de esto, percibí otros cincuenta de la ciudad de Nuestra Señora de Talavera, y en esta, para que fuesen conmigo a San Miguel: fue de mucha consideración. Porque como los indios de guerra tuvieron aviso de estas prevenciones y diligencias no le quisieron admitir en su compañía, y así, habiéndole dado algunos alcances la gente de aquí envió, le rompieron dos o tres veces, y siempre con pérdidas de su parte, y a la hora esta tengo aviso le prendieron a los siete de este. La ocasión que tuvo para hacer este disparate fue hace seis años que estaba amancebado con tres o cuatro indias de los pueblos de su padre y no hacía vida con su mujer, y como entendió que ya había mandado hacer información de esto, y que a nadie perdonaba, y visto que le había de quitar sus mancebas, acordó de subirse al monte con ellas. He mandado me lo traigan aquí para hacer justicia de él con los demás culpados, lo cual se hará como conviene para atemorizar a los demás y a este hombre; ha bandeado el obispo desde que entró en esta tierra, y me dicen que le ha dado su padre y él más de ocho mil pesos, que fuera mejor haberle reprendido sus vicios y castigándole (…)”.

Juan Bautista Muñoz habitó la provincia a fines del siglo XVI. Era un hombre casado, de familia acomodada, hijo de un español adinerado “y tentado por la corrupción” y se la pasaba detrás de las lugareñas originarias, por lo que emprendió su alzamiento singular que permitió que el más alto cerro de Tafí lleve su nombre. Desconoció a su mujer, intentó granjearse el silencio clerical con fuertes dádivas al obispo, se mantuvo amancebado con tres o más indias, logró la fuerte adhesión de todo un pueblo de indios guerreros y prolongó esta conducta por más de seis años, sumando a esto la complacencia de su propio padre. Y finalmente huyó hacia el mayor de los cerros para protegerse allí y afrontar con sus adictos la fuerza de la represalia del gobernador Juan Ramírez de Velasco, combatiendo a sus propios compatriotas y sucumbiendo ante el encanto de las mujeres del lugar. Ese es Muñoz, el guerrero rebelde y mujeriego que dio el nombre a uno de los cerros que adornan el paisaje de nuestros valles.


Fuente: Fuente: CORNET, Pedro León: "El cerro Muñoz: una curiosidad toponímica" en El viejo Tucumán en la memoria, X. Ediciones del Rectorado, Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, Argentina, diciembre de 2003.