Adentrándose en el libro “Lo que era la ciudad de Tucumán. Ochenta años atrás” de Don Florencio Sal y Doctor Don José Ignacio Aráoz, cuyas referencias han sido recogidas hace una centena de años nos encontramos con la particularidad de observar algunas costumbres de nuestra provincia, características muy llamativas y algún que otro dato gracioso e interesante, que ponen en el escenario la época de mediados del siglo diecinueve.En ella podemos enterarnos de cuestiones referidas a la vida social, a la vestimenta, a las actividades que realizaban los ciudadanos de la época.
De alguna manera, vemos con el paso del tiempo el declive de los valores monetarios, así como también la pérdida de algunas tradiciones lúdicas bastante particulares características de nuestro territorio, que probablemente se encuentren presentes en pequeños lugares, del interior de la provincia, en los que, de alguna manera no ha llegado la proliferación de estímulos citadinos.
Es fundamental tener en cuenta la importancia que se le daba a la vestimenta formal de las damas y caballeros de la época, a la que usaban como signos de diferenciación para con las clases con menos capacidad económica de solventarse, mientras que el valor de uso de las prendas para las clases más acomodadas radicaba en ese sello de status económico, para las clases menos privilegiadas, éste consistía en el solo hecho de cubrirse la piel.
“Las mejores fortunas eran las de José Manuel Silva, Manuel Paz, Felipe Posse y Borja Aguilar. Los caballeros solían reunirse en casa de algún amigo, sentados en rueda frente a la casa, y eran las más concurridas las tiendas de Frías y de Molina y la botica de Rodríguez.
No había centros de diversión, fuera del reñidero de gallos y al mismo tiempo el cafetín que tenía un tal Riera en la intersección de las actuales calles Congreso y Crisóstomo Álvarez. Más tarde se estableció un café algo mejor en la plaza, donde es hoy la casa del señor Coll y pertenecía el café a un señor Vogade.
Entonces tenían los tucumanos fama de vestir bien. Había tres sastres de primera, acreditados por la elegancia de las confecciones.
Zapateros no había sino uno para la gente chic. Fuera de las personas que constituían la burguesía, rara era la gente que usaba calzado. Los hombres del pueblo vestían chiripá, camisas de lienzo y poncho.
Las familias solían hacer cabalgatas a las fábricas de azúcar más vecinas y era común ver a nuestras señoras por la calle llevando a sus esposos en la grupa de sus caballos.
No había coches de alquiler, pues recién en el año 53 trajeron dos coches los señores Aguirre. Solo cuatro familias pudientes tenían su galera particular. Y las mejores fábricas de azúcar eran trapiches de madera que difícilmente molían diez cuadras de cañas.
El intercambio provincial se proveía con pellones trabajados por mujeres, lazos de cuero trenzados, caronas, aperos, maderas, tabaco, etc. Dos pequeños carritos que tenían su parada en los costados este y oeste de la plaza, servían para el tráfico urbano del comercio.
Una casa entera, cómoda, de comercio ubicada en las cercanías de la Laguna, barrio de mucho tráfico comercial, ganaba diez pesos mensuales de alquiler y por los cuartos que hacían cruz con la iglesia Matriz, que ocupaban la tienda a los Garmendia, se pagaban seis pesos mensuales.
Los jornaleros ganaban de cuatro a seis pesos mensuales y las sirvientas de dos a tres pesos. Se compraba un animal vacuno a cuatro pesos, la carretada de leña de cebil a un peso, un almud de maíz por un medio, una docena de huevos por un medio, etc.
Se escribía con plumas de pato, fragmentos de piedra laja y barritas de plomo, hacían de lápices; y el fuego para encender cigarrillos se obtenía inflamando con la chispa del yesquero una mecha de algodón impregnada en azufre fundido”.
Fuente: Lo que era la Ciudad de Tucumán. Ochenta años atrás. Referencias de Don Florencio Sal, recogidas por el Doctor Don José Ignacio Aráoz y escritas en 1913. Publicaciones hechas por el Gobierno de Tucumán con motivo del Centenario de 1916. Fotografía:
Fotografía e imagen: Mujer de clase alta con retrato de Rosas - Colección Padilla - Archivo Histórico de la Provincia de Tucumán.